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GARAJONAY, UN TESORO NATURAL DE OTRA ERA

Nature

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Un lugar donde recuperar tu energía y sentir el equilibrio de la naturaleza.

La bruma pende sobre las copas de estos gigantes de más de 30 metros de altura, sobre el manto verde que cubre las raíces, los troncos y las piedras. “Este bosque es un organismo vivo al que todo afecta”, explica Marcelino del Arco, catedrático de la Universidad de La Laguna, “que existe desde hace más de dos millones de años”. Se refiere al bosque de laurisilva del Parque Nacional de Garajonay, uno de los más importantes de este tipo en el mundo, situado en el municipio de Hermigua, en el corazón de La Gomera. 
Las laurisilvas son espectaculares bosques subtropicales propios de lugares húmedos y cálidos, con grandes árboles, bejucos y lianas. “Hay que tener alma de explorador cuando se camina por esta extensión de casi 4.000 hectáreas”, asegura Del Arco, catedrático especialista en vegetación canaria, que ha realizado la cartografía vegetal de este parque declarado Patrimonio de la Humanidad en 1981 por la UNESCO. Garajonay es una reliquia que nos permite viajar al terciario, pues así era el bosque subtropical que tapizaba toda la cuenca mediterránea y el norte de África hace 20 millones de años. 

“Lo interesante es ver la importancia de su antigüedad y su conservación”, añade del Arco. “El bosque”, apunta, “está dominado por plantas que son lauriformes. Es un bosque no solo es de laureles, sino de plantas de diferentes familias, todas con hojas que se parecen a las del laurel y que se ponen de color rojizo. Además, hay tilos, que tienen preferencias por vaguadas muy húmedas con preeminencia de niebla. Solo en Garajonay hay 484 especies de flora”, añade. El mocán, palo blanco, barbusano, brezo y faya son algunas de las que se pueden admirar en las zonas de laurisilva más secas. En los valles más húmedos, los orientados hacia el norte, se encuentra la laurisilva de valle con viñátigos y tiles. Y en las laderas así mismo húmedas vive la laurisilva de ladera, formada básicamente por loro, faya, y aceviño. En las cumbres, donde la incidencia de la bruma del viento alisio es mayor, aparecen los enigmáticos brezales de cumbre y en la vertiente sur domina el fayal-brezal. Existen especies autóctonas y endemismos insulares. Así, destacan el naranjero salvaje, el cedro macaronésico o barbusano. A estos hay que sumar multitud de líquenes, hongos y musgos donde se ha mantenido una variada fauna con numerosos invertebrados, anfibios, reptiles y aves. Entre la gran riqueza de avifauna, destacan las palomas endémicas rabiche y turqué.

Antes de que el ser humano poblara este planeta ya existía la laurisilva en La Gomera “traída por las aves, que dejaban en tierra sus semillas”, apunta Pedro Oromí Masoliver, catedrático de Zoología. Caminando por sus senderos se comprende que los bosques no solo son el pulmón del planeta, sino también su memoria. De hecho, Juana María González, profesora del Departamento de Biología de la Universidad de La Laguna explica que “para una excursión inolvidable por Garajonay hay que llevar una lupa y observar ese mundo de especies que habitan dentro de la laurisilva, dentro de los musgos, donde viven musgos más pequeños”. 
También Oromí Masoliver considera que para sentir realmente el poder de la naturaleza en un paseo por este bosque “hay que ir levantando piedras, observando de cerca las cortezas de los troncos, o acercarse a mirar debajo esas ramas podridas, donde se encuentran especies animales únicas o con maneras de vivir únicas”. Este biólogo explica que uno de sus descubrimientos más emocionantes “fue encontrar en Garajonay especies cavernícolas que han evolucionado para vivir fuera de las cuevas, porque en La Gomera no las hay. Así es este bosque”. Recuerda la primera vez que caminó por él, cuando nunca había visto la laurisilva “y este paisaje dantesco, que parece decrépito, me dejó pasmado; porque un bosque limpio no es un bosque rico en vida. Cuantos más troncos, musgo y desorden haya en sus veredas más vivo estará”, asegura.

Sus senderos están recorridos por animales únicos de este lugar y sus musgos endémicos han desarrollado la capacidad de retener el agua por meses como esponjas. “Hay que tener en cuenta que el bosque de Garajonay está a las puertas de un desierto, porque esa es la ubicación geográfica de las Islas Canarias, y, sin embargo”, agrega, “es uno de los más importantes del mundo y uno de los pocos que quedan con ejemplares de la Era Terciaria”. 

Los expertos indican que la bruma es el elemento indispensable para la vida y la magia de este bosque. “La bruma con lluvia horizontal se aprecia especialmente en la zona de crestería. Allí se forma una lluvia de niebla muy intensa que permite crecer a todo este ecosistema”, cuenta Del Arco. Y es que el viento, “el alisio, si bate fuerte, ayuda a traer y captar el agua que redunda en beneficio de todo el bosque”. Garajonay posee un Centro de Visitantes en la zona denominada Las Bolas al que se llega fácilmente en coche, autobús o en bicicleta desde la capital, San Sebastián de La Gomera. Es habitual pasar la noche en los alojamientos rurales de esta zona con gran interés para los amantes del deporte de montaña y por sus amaneceres espectaculares. 

Las otras laurisilvas de las Islas Canarias

El Canal y Los Tilos de La Palma
Las 511 hectáreas de la finca El Canal y Los Tilos de La Palma se disponen entre barrancos con 1.000 metros de altura en una isla declarada por la Unesco Reserva de la Biosfera. Allí vive la laurisilva gracias al agua que emana de las paredes rocosas y que cae hasta el barranco llegando a convertirse en riachuelo. Este bosque subtropical posee especies de unos veinte metros de altura en la más occidental de las islas canarias. En él predominan los laureles, el viñátigo, el barbusano, el palomo blanco y los tilos o tiles. Bajo estos árboles, los helechos también reciben la lluvia horizontal del alisio que cala en el subsuelo y lo humedece para llenarse de vida.

El bosque de Anaga, en Tenerife
El bosque de laurisilva de Anaga forma para de los tesoros de la Reserva de la Biosfera de Tenerife con una especial proliferación en el sendero del Monte del Agua. Brezos, aceviños, barbusanos, viñátigos o tilos reciben la humedad del alisio que acaricia con fuerza vertical la isla de El Teide, el pico más alto de Europa. Allí vive este considerado fósil viviente de la Era Terciaria, la laurisilva, como testimonio y reliquia de otra época. 

Los Tilos de Moya, en Gran Canaria
Las 91 hectáreas de laurisilva del bosque de los Tilos de Moya son el tesoro de la isla grancanaria donde se puede, además, disfrutar de más de 100 especies 
endémicas. La vegetación frondosa de laurisilva y tilos surge de los surcos de la tierra del municipio de Moya, al abrigo de nubes bajas, emergiendo como bosque subtropical que sobrevive tras millones de años al avance de la civilización. 

La zona alta de El Golfo de El Hierro
En las gargantas más profundas y en los lugares de difícil acceso de las zonas altas de El Golfo, en El Hierro, sobrevive una considerable extensión de laurisilva. Gracias a la humedad y la sombra es posible disfrutar de este bosque de desarrollo natural con árboles de más de 20 metros de altura. También pueden verse algunas plantas raras como la adelfa o tabaiba de monte que, como esta especie de hace millones de años, necesita humedad y libertad para mantenerse con vida.