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Naturaleza

LA ESPERANZADORA HISTORIA DEL LAGARTO GIGANTE DE EL HIERRO

Una especie endémica en peligro de extinción que sin embargo se va recuperando gracias a diversas actuaciones.

De cabeza ancha, cuerpo robusto y oscuro y cola larga, el lagarto de El Hierro puede llegar a medir hasta 60 cm, de ahí que se le conozca como lagarto gigante. Esta especie, que se encuentra en peligro de extinción, es desde hace años un emblema de esta isla, en la que vive exclusivamente ocupando un terreno árido y pedregoso. «El lagarto gigante de El Hierro es una especie endémica, única en el mundo, un símbolo oficial de la isla que tiene un gran valor para sus habitantes», explica Miguel Ángel Rodríguez, técnico de Biodiversidad del Cabildo y responsable del Centro de Recuperación del Lagarto Gigante de El Hierro, donde estos animales se encuentran en cautividad y, en parte, expuestos al público.
 
Según el experto, en las crónicas de la conquista ya se habla de estos reptiles de considerable tamaño como «unos lagartos grandes como un gato, asquerosos y repugnantes de ver», que en un principio habitaban por toda la isla y servían en buena medida como alimento a la población de la época. Poco a poco se fueron extinguiendo, hasta llegar a una situación extrema que hizo saltar todas las señales de alarma en 1985. «Se inició un plan de recuperación a partir de los únicos ejemplares que se encontraron: un macho, dos hembras y un juvenil», explica Rodríguez, un auténtico enamorado de un animal que, según él, «es mágico».
 
A partir de este momento, la población de lagartos gigantes se ha ido recuperando gracias a diversas actuaciones desde numerosos frentes por parte de las diferentes Administraciones. En 1995, se construyó el actual Centro de Recuperación del Lagarto Gigante de El Hierro, también conocido como Lagartario, para dar cobijo a los lagartos en cautividad que se disponen en el espacio en función de diversos criterios. «Algunos se destinan a la reproducción, en otros se estudia su comportamiento, otros están expuestos al público y a algunos se les prepara para soltarlos en el medio natural», explica Rodríguez.
 
En la actualidad, la población natural que sobrevive en la isla se encuentra en la zona del Risco de Tibataje denominada Fuga de Gorreta, situada entre 500 y 800 m de altitud. «Mientras los lagartos que crecen en cautividad están sometidos a menos riesgos, los que se liberan en la montaña lo tienen más complicado para sobrevivir. Dependen de factores que se nos escapan de las manos: la presencia de ratas, diluvios y otros fenómenos naturales que aumentan el riesgo de desprendimiento, entre otros», explica el veterinario Albert Martínez-Silvestre, director científico del Centre de Conservació d’Amfibis i Rèptils de Catalunya (CRARC).
 
Martínez-Silvestre es experto en lagartos gigantes en las Islas Canarias y responsable del seguimiento veterinario del lagarto gigante de El Hierro a través del programa LIFE de la Unión Europea para la conservación de especies amenazadas. Tras un trabajo continuo de muchos años siguiendo su evolución, Sánchez-Valverde coincide con Rodríguez en destacar la enorme singularidad de esta especie única en el mundo. «Es un animal perfectamente adaptado a la insularidad, que necesita poca agua para beber, tiene una dieta herbívora y posee un sistema de regulación de las temperaturas que se adapta a la perfección a los veranos cálidos y secos de El Hierro».

Pese a que «hace mil años los lagartos estaban repartidos por toda la isla», Martínez-Silvestre destaca que la actividad humana y la introducción de especies invasoras hacen que en la actualidad se encuentren localizados en un único punto de la isla. Una de las actividades del Lagartario es, de hecho, tratar de paliar esta situación mediante un plan para reintroducirlos en nuevas zonas que de momento avanza de forma desigual. «El plan establece que el lagarto se introduzca en siete enclaves de la isla a priori favorables para su desarrollo, elegidos en función de numerosos criterios, aunque, salvo en uno, les está costando adaptarse», señala Rodríguez.
 
La situación, no obstante, no puede ser más esperanzadora para esta especie única que, sin embargo, sigue en peligro de extinción. «Hemos vivido momentos muy críticos durante estos años consagrados a la recuperación de la especie, como la catástrofe del año 2007, cuando un desprendimiento sepultó parte de las instalaciones del Lagartario y fallecieron casi 200 lagartos», explica Rodríguez, quien pese a los indudables retos que supone volver a repoblar la isla se declara «optimista» ante un futuro que prevé esperanzador. En este sentido, Martínez-Silvestre destaca que, pese a que existen fenómenos naturales incontrolables que pueden afectar al desarrollo de los lagartos que viven en libertad, es importante que tanto la población local como visitante contribuyan a cuidar de la especie. «Hay quien se asusta cuando los ve y les da bastonazos o los ataca, y es importante que la gente se conciencie de que estamos ante una especie en peligro de extinción». Su preservación es, pues, de alguna manera, responsabilidad de todos.