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EL CAFÉ DE AGAETE, SABOR ÚNICO DE EUROPA EN LAS ISLAS CANARIAS

Cultura, Gastronomía

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En el Valle de Agaete 50 familias producen el café más septentrional del mundo desde hace más de 200 años 

En Agaete el café ha ido sobreviviendo con el paso de los años, salvando todos los obstáculos y convirtiéndose en un café de referencia a nivel mundial. Su peculiaridad es el secado, que mantiene los aromas de la cereza en la semilla, que se recoge de forma manual desde 1800. “El café llegó a este valle a principios del siglo XIX y desde entonces somos el único lugar de España y uno de los pocos de Europa donde se cultiva de forma permanente, tradicional y artesana”, asegura Víctor Lugo, gerente de la Finca La Laja, representante de la quinta generación de agricultores de esta hermosa tierra. Se trata de la última franja del eje del café del trópico y está en la isla canaria de Gran Canaria, en el municipio de Agaete, un paraíso para una variedad gourmet única, la más septentrional del mundo. 

El café del Valle de Agaete y su variedad exótica gourmet de café canario ya fue reconocida en la Feria de París de 1898. Desde entonces se ha cultivado de forma ininterrumpida en la zona por algunas familias a las que se han ido sumando otras, llegando en la actualidad a más de medio centenar. Estas producen 5.000 kilos de café anuales en una extensión de 45,5 kilómetros cuadrados de suelo volcánico fértil situado a 150 metros sobre el nivel del mar, junto al Parque Natural de Tamadaba, Reserva de la Biosfera de Gran Canaria. “Un lujo que solo puede adquirirse en este valle, que recibe 150.000 visitas al año”, subraya Lugo.

El café del Valle de Agaete es de la variedad arábica y, dentro de esta, la typica, de origen etíope, una de las más excepcionales del mundo. Las familias y los trabajadores recogen el café en primavera grano a grano, uno a uno. En torno a los mismos cafetales se ponen también a secar las cerezas que contienen la semilla durante 20 días en mesas africanas para descascarillarlo y, después, tostarlo como delicatesen. “En otros países, en vez de secarlo”, aclara Víctor Lugo, “optan por la vía húmeda, que es más rápida. En Agaete la elaboración es distinta. Se seca y eso es lo que hace que su sabor sea diferente, porque así permanece el dulzor de la cereza. Este es el que se queda en boca una vez que tomas el café molido de la taza, el que no se te va durante un buen rato y que nos diferencia”. 

Así, este café del valle en boca es ligero, muy aromático y complejo, con ciertos matices ácidos y un regusto amargo muy característico, con ciertos toques a chocolate, regaliz y fruta. Es muy aromático, con mucho perfume. 

El Valle de Agaete

El Valle ha tenido visitas tan ilustres como la del físico teórico de fama internacional Stephen Hawking. Y es que en este reducto de paz se para el tiempo gracias al abrazo de la sombra del plátano o el mango a los cafetales, una planta delicada que solo se da con este clima y a esta altura “porque en el Valle de Agaete la temperatura se mantiene todo el año entre los 18 y los 20 grados centígrados, que es el calor húmedo adecuado para que crezca y se desarrolle”, asegura Lugo. Agaete recibe muy pocas precipitaciones y su clima se considera subtropical, por lo que estas temperaturas medias resultan ideales para el crecimiento de los frutos. Llegar al valle a descubrir los cafetales y sus secretos “es una oportunidad única en Europa de vivir la experiencia de cómo se elabora esta bebida, la segunda que más se consume en el mundo después del agua”, asegura.

Los orígenes

La llegada del café a Gran Canaria y a Agaete tiene sus orígenes en la relación directa de las Islas Canarias con el comercio a América en la era de las grandes exploraciones. De hecho, el archipiélago era desde el siglo XV la última frontera de los navíos antes de lanzarse al océano Atlántico para llegar al Nuevo Continente. “Alfonso XIII, amante de la botánica, cultivaba en un invernadero del Valle de la Orotava, en Tenerife, más de 100 especies vegetales para aclimatarlas antes de poder cultivarlas en la Península Ibérica. Entre ellas estaba el café, así que la familia Armas trajo esta planta al valle en torno a 1800”, señala Víctor Lugo, “cuando las relaciones comerciales de Agaete con la isla vecina eran muy estrechas. Lo plantaron en una de sus fincas, que luego dividieron en tres partes: Barranco María, Longueras y La Laja. Estas fincas y las familias que las trabajaban somos los dueños hoy en día y hemos seguido la tradición de generación en generación”.